sábado, 1 de agosto de 2009

La última escapada

Es el último libro que he leído. Inquietante, muy inquietante.
Si hubiese caído en mis manos en el año 1999, que fue cuando lo escribió su autor, me hubiese parecido de ciencia ficción. Hoy no. Hoy me parece una descripción de la dehumanización a la que nos lleva el buenismo- tolerante-progresista-paritario-feminista... que estamos viviendo.

Se me heló la sangre cuando llegué casi al final y leí un fragmento, que el semanario Alfa y Omega reproduce esta semana junto con una entrevista a Michael O'Brien y cuya lectura recomiendo.
El texto es el siguiente:


«Antes de llegar aquí, era profesor de neurocirugía en un laboratorio de investigación cerebral. Teníamos millones de dólares a nuestra disposición. Comprábamos cuerpos. Cuerpos vivos. Yo tenía un interés especial en ampliar las fronteras de la investigación a fin de hacer avances en la curación del Parkinson, del Alzheimer y de la epilepsia.

La cuestión es que la mayor parte de las técnicas abortivas cortan al bebé en trozos, y era un asunto bastante desagradable para los asistentes el ir a buscar entre los trozos algún tejido cerebral aprovechable. Así que pagábamos a mujeres que iban a abortar para que dieran a luz al niño y lo entregaran en el laboratorio.
Incluso pagábamos a muchas para que se quedaran embarazadas. Bastantes eran inseminadas artificialmente. Pueden ser necesarios docenas de niños para proveer de tejido cerebral a un solo paciente.

(...) Matar es fácil. Das a la mujer un anestésico local. Te agachas y agarras una de las piernas del niño con fórceps y tiras de ella hacia fuera. Luego extraes al niño con mucho cuidado para dejar la cabeza dentro. No te apetece oír ruidos. La base del cráneo queda expuesta. Metes las tijeras ahí, en la base del cráneo del bebé, y las abres para agrandar el agujero. Se mueve un poco. Luego pones un catéter para succionar y así se saca el cerebro.

(...) Un día hubo un caso que no salió según estaba previsto. El niño se escurrió demasiado rápido y acabó en mis manos antes de hacerme cargo siquiera de lo que había pasado. Abrió los ojos. Respiró y gritó. La madre lo oyó y movió la cabeza, buscándolo. Comenzó a pelear, se veía que tenía dudas. Una enfermera la sedó mientras yo cerraba la boca del niño con la mano, robándole el aire con mi pulgar. Se torció mucho. Me miró mientras moría. Me miró. (...) Le devolví la mirada. No tenía que haberle devuelto la mirada, no tenía que haber vuelto a mirar. (...) Era un niño. Una persona. Esa niña pequeña anónima era -de un modo que no puedo explicar- mi propia hija, o mi hijo o..., mi mujer. Me dije a mí mismo: ya está, nunca más trabajaré en esta industria de la muerte».

Difícil asimilarlo.

Este es el spot del libro que ha lanzado al editorial:


10 comentarios:

  1. Yo que tú le mandaba uno a nuestras ministras. A saber lo que leen en vacaciones.Y andan escasas de dinero. La Vice está pensando en los trajes de la próxima temporada, así que a ella ahórratelo, porque no tendrá tiempo.

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  2. ¡Qué relato tan sobrecogedor! Hasta se me está quitando la gana de tomar el aperitivo...

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  3. Dyas, ya siento que se te quiten las gaas de comer. A mí también se me revolvió el estómago, pero creo que es bueno saber que estas cosas pasan, para luchar contra ellas.

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  4. Dyas pásate por el blog : "Vivir con humor es mejor".Te alegrará un poco. Pilar es fan de él. Se lo pasa pipa. Sobretodo con dos italianos que hay por ahí.

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  5. Ángel:¿Te pagan los italianos por hacer publicidad?

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  6. Y tú como crees que alimento a los cinco. Hay que hacer de todo que no sea pecado. Estoy negociando con otros. A ver si cierro el trato

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  7. Pilar,
    "me alegro" de que a algun@s os haya quitado las ganas de comer. Recuperadlas pronto porque hay que extender la alerta y actuar contra Educación para la Ciudadanía, que es el coladero por el que se está imponiendo toda esta ideología.
    Un saludo.

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  8. Ángel, me parece que la italiana está en números rojos. Por eso se lo toma con humor...para vivir mejor.

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  9. Padre Objetor, te doy la razón. Por suerte cada vez hay más padres e hijo objetores.

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