jueves, 31 de mayo de 2012

Y la Madre de Dios se olvidó de sí misma

Jakob Hans Strüb. La Visitación (1505)

(Lc 1,39-56) En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena del Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo:
«Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!».

Y dijo María:
«Engrandece mi alma al Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava, por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada, porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso, Santo es su nombre y su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los que son soberbios en su propio corazón. Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos sin nada. Acogió a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia -como había anunciado a nuestros padres- en favor de Abraham y de su linaje por los siglos».
María permaneció con ella unos tres meses, y se volvió a su casa.

domingo, 27 de mayo de 2012

Pentecostés

Juan Bautista Maíno. Pentecostés (1620-1625).
 Museo del Prado
“¡Ven, oh Santo Espíritu!: ilumina mi entendimiento, para conocer tus mandatos: fortalece mi corazón contra las insidias del enemigo: inflama mi voluntad… He oído tu voz, y no quiero endurecerme y resistir, diciendo: después…, mañana. Nunc coepi! ¡Ahora!, no vaya a ser que el mañana me falte. 

¡Oh, Espíritu de verdad y de sabiduría, Espíritu de entendimiento y de consejo, Espíritu de gozo y de paz!: quiero lo que quieras, quiero porque quieres, quiero como quieras, quiero cuando quieras….” 

(San Josemaría, abril de 1934)

Maíno. Pentecostés (detalle)

sábado, 19 de mayo de 2012

Está pasando

Lo que se lee a continuación, apareció en ABC de Sevilla el 8 de noviembre de 2010, firmado por Francisco Robles. Lo traigo porque es actualidad y está pasando en España en cientos de lugares.

Una comida diferente

Pagó la última ronda de unas cervezas que le habían sentado divinamente después de una intensa semana de trabajo, se lo habían pasado bomba despotricando del viaje del Papa, de la hipocresía de la Iglesia, de todo lo que les pedía el anticlericalismo que los unía como la amistad que se profesaban y que les servía para estar colocados en la misma empresa pública de la Junta. Se fue a casa para comer algo antes de echarse una buena siesta, pero de camino se encontró con un olor que lo llevó directamente hasta el paraíso efímero de su infancia. Un olor a cocido, a caldo humeante, el aroma que lo recibía cuando llegaba a su casa después del colegio, con su madre atareada en la humilde cocina donde la olla hervía sin cesar.

Entró en un local que le pareció un restaurante modesto pero con encanto, iba distraído, pensando en el Informe Técnico sobre Prevención de Riesgos Psicosociales de las Personas Expuestas a Situaciones de Disrupción Económica Familiar que le habían encargado en la empresa pública donde trabaja. En realidad no era un restaurante, sino un autoservicio frecuentado por gente de toda condición. Había personas ataviadas a la antigua usanza junto a individuos solitarios que vestían según las normas alternativas del arte povera. De pronto abrió los ojos y se quedó pasmado al comprobar que quien le servía la comida en la bandeja era una monja. Aquello era un comedor social y se vio rodeado de eso que nunca se nombra en los informes ni en los dosieres que prepara: pobres.

William A. Bouguereau
Caridad (1878)
Quiso retirarse pero la monja no lo dejó. Le sonrió y le dijo que no se preocupara, que la primera vez es la más complicada, que no debía avergonzarse de nada, que el cocido estaba buenísimo y que de segundo había filete empanado, que no se perdiera las vitaminas de la ensalada ni de la fruta, y que podía rematar la comida con un helado de los que había regalado una fábrica cuyo nombre obvió. Se vio sentado a una mesa donde un matrimonio mayor y bien vestido comía en silencio sin levantar los ojos de la bandeja. Enfrente, un tipo con barba descuidada sonreía mientras devoraba el filete empanado y le contaba su vida, había perdido el trabajo, el banco se había quedado con su casa, después del divorcio no sabía adónde ir, menos mal que las monjas le daban comida y ropa, y que dormía en el albergue bajo techo, «al final he tenido suerte en la vida, compañero, así que no te agobies, que de todo se sale…»

No podía creer lo que estaba sucediendo. Nadie le había pedido nada por darle de comer, ni le habían preguntado por sus creencias. Se limitaban a darle de comer al hambriento, sin adjetivos. Al salir no le dio las gracias a la monja que le había dado de comer. Pero no fue por mala educación, sino porque no podía articular palabra. Una inclinación de cabeza. Ella le contestó con una sonrisa leve. «Vuelve cuando lo necesites y si no estoy, di que vienes de parte mía. Me llamo Esperanza».

domingo, 13 de mayo de 2012

La mano que salvó a Juan Pablo II

Icono de Fátima

13 de mayo de 1981, 17.19 p. m: el mundo presencia atónito el atentado contra Juan Pablo II perpetrado por el turco Alí Agca en la Plaza San Pedro que pudo ser fatal pero no lo fue. 

Cuando fui alcanzado por la bala no me di cuenta en un primer momento que era el aniversario del día en que la Virgen se apareció a tres niños en Fátima”, reveló poco después el Pontífice y agregó que fue su secretario personal, el cardenal Dziwisz, quien lo notó después de la operación en la que le extrajeron un proyectil del intestino.

Durante su convalecencia, el Papa pidió que le entreguen un informe sobre las apariciones de Fátima, que estudió en detalle hasta llegar a la conclusión que debía su vida a la amorosa intercesión de la Virgen.

Un año después del atentado, el 13 de mayo de 1982, Juan Pablo II viajó por primera vez al Santuario de Fátima para “agradecer a la Virgen su intervención para la salvación de mi vida y el restablecimiento de mi salud”, y consagrar Rusia a la Virgen.

En diciembre de 1983, el Papa visitó en la cárcel al hombre que intentó matarlo. El mismo Alí Agca habló de Fátima. “¿Por qué no murió? Yo sé que apunté el arma como debía y sé que la bala era devastante y mortal. ¿por qué entonces no murió? ¿por qué todos hablan de Fátima?

Bala que hirió a Juan Pablo II
incrustada en la corona de María
Un año más tarde, Juan Pablo II formalizó su devoción y agradecimiento a la Virgen donando al santuario de Fátima la bala que le extrajeron, la misma que desde 1984 está engarzada en la aureola de la corona de la imagen mariana que preside el santuario.

En 1991 el Santo Padre regresó al santuario, donde afirmó que “la Virgen me regaló otros diez años de vida”. En más de una ocasión ha señalado que considera todos sus años de Pontificado posteriores al atentado como un regalo de la Divina Providencia a través de la intercesión de la Virgen de Fátima.

Juan Pablo II también se referió a los dos mensajes conocidos de la Virgen de Fátima y en su visita de 1982, consagró solemnemente el mundo entero al corazón inmaculado de María, siguiendo una de las recomendaciones dadas por la Virgen a los pastorcitos.

Tras un encuentro con la sor Lucia, la tercera vidente y única sobreviviente de Fátima, Juan Pablo II repitió la consagración dos años más tarde, tras escribir una carta a los obispos de los cinco continentes para que se unieran a la celebración.

Sobre el tercer secreto no revelado de Fátima se han hecho múltiples especulaciones. El Santo Padre, conocedor del mismo, escribió al respecto que “Cristo triunfará a través de Ella, porque quiere que las victorias de la Iglesia en el mundo contemporáneo y en el futuro estén unidas a ella”.

(Aciprensa)

viernes, 11 de mayo de 2012

miércoles, 9 de mayo de 2012

Europa, significado de la bandera

Arsène Heitz es un artista de la ciudad de Estrasburgo. Aunque su nombre no es muy conocido, sin embargo una de sus creaciones se despliega al viento como símbolo de todos los europeos. En efecto en 1950 el Consejo de Europa convocó un concurso de ideas para confeccionar la bandera de la recién nacida Comunidad Europea. Heitz, entre otros muchos diseñadores, presentó varios proyectos, y uno de ellos resultó ser el elegido, ése que hoy todos conocemos: doce estrellas sobre fondo azul.

Recientemente, Heitz ha desvelado a una revista francesa cuál fue el motivo de su inspiración. En aquellas fechas, dice él, leía la historia de las apariciones de la Santísima Virgen en la Rue du Bac de París, que hoy es conocida como la Virgen de la Medalla de la Milagrosa. Y según el testimonio del artista, concibió las doce estrellas en círculo sobre un fondo azul, tal como la representa la iconografía tradicional de esta imagen de la Inmaculada Concepción

Notre Dame de la Médaille Miraculeuse 
En principio Heitz lo tomó como una “ocurrencia", entre las muchas que fluyen en la imaginación del artista; pero la idea despertó su interés, hasta el punto de convertirse en motivo de su meditación.

Por lo que dice en la revista, Heitz acostumbra a escuchar a Dios en su interior; es decir reza con el corazón y con la cabeza. Se declara un hombre profundamente religioso y devoto de la Virgen, a quien ni un solo día deja de rezar el Santo Rosario en compañía de su mujer. Y por todo ello concluye que en su inspiración confluyen además de sus dotes de artista, esas voces silenciosas que el cielo siempre pronuncia sobre los hombres de buena voluntad, de los que sin duda Heitz forma parte. 

Un artista que casi al final de su vida y en el cénit de su carrera, puede proclamar con la garantía de la autenticidad que concede ese momento, en el que los cosas que interesan son ya muy pocas pero muy importantes, que se considera un hombre que ama a todo el mundo, pero sobre todo a la Santísima Virgen, que es nuestra madre.

Es cierto que ni las estrellas ni el azul de la bandera son propiamente símbolos religiosos, lo que respeta las conciencias de todos los europeos, sean cuales sean sus creencias. En este sentido, cuando Paul M. G. Lévy, primer director del servicio de Prensa e información del Consejo de Europa, tuvo que explicar a los Miembros de la Comunidad Económica el sentido del diseño, interpretó el número de las doce estrellas, como “guarismo de plenitud", puesto que en la década de los cincuenta no eran doce ni los miembros de dicho Consejo, ni los de la Comunidad Europea.

Pero no fue ese el verdadero motivo de inspiración del artista que diseñó la bandera de Europa. En el alma de Heitz habían estado presentes las palabras del Apocalipsis
Una gran señal apareció en el cielo, La Mujer vestida de sol y la luna bajo sus pies, y en su cabeza una corona de doce estrellas
Y sin percatarse, quizás, los delegados de los ministros europeos adoptaron, oficialmente, la enseña propuesta por Heitz en la fiesta de la Señora: el 8 de diciembre de 1955.

Muchas casualidades, como para que a partir de ahora no nos sea difícil descubrir entre los pliegues de nuestra bandera de europeos la sonrisa y el cariño de Nuestra Madre, la Reina de Europa, dispuesta a echarnos una mano en ese gran reto, que nos propuso el sucesor de San Pedro, Juan Pablo II: recristianizar el Viejo Continente con el ejemplo de nuestras vidas y el testimonio de nuestra palabra. Y todo un recurso para que acudamos a Nuestra Madre, la Santísima Virgen, para que nos ayude a defender esos valores innegociables a los que continuamente se refiere Benedicto XVI
la vida desde el momento de la concepción hasta la muerte natural, la familia natural como unión indisoluble entre un hombre y una mujer basada en el matrimonio y abierta a la vida, el derecho de los padres a la educación de sus hijos y las raíces cristianas de Europa.

Por Javier Paredes (Catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad de Alcalá) en infocatolica.com

martes, 8 de mayo de 2012

"Soy un milagro viviente"

"Yo hago arte, y el arte que yo tengo me lo da Dios, porque antes de pintar pido a Jesucristo y a la Virgen que me bendigan y me concedan imaginación".

"El arte viene de Dios, porque la belleza la ha creado Dios". 
"Estuve, no perdido, sino perdidísimo, cuatro veces ingresado, dos veces a punto de morir a causa de tres enfermedades crónicas incurables. Soy un milagro viviente". 
"Por estar en gracia de Dios hago lo que sea, aunque sea revolcarme en un suelo regado de cristales rotos. Estar en gracia de Dios es saber para qué estamos aquí, que esta vida tiene un sentido. Es ser feliz, encontrar el amor puro y tener la seguridad de que no nos vamos a ir al infierno eternamente". 
"La comunión es Dios que se te mete dentro de ti, el acto más sublime, grandioso y trascendental que puede hacer el hombre... pero para eso tiene que estar en gracia. Lo más importante del mundo es estar en gracia de Dios". 
"Al comulgar recibimos también a María, porque Jesucristo tiene la misma sangre que la Virgen".

Estas son algunas de las perlitas que Fabio McNamara dijo a Gonzalo Altozano en la entrevista del pasado domingo en Intereconomía tv y que os invito a ver:


sábado, 5 de mayo de 2012

La maternidad embellece

Frederic Leighton. Madre e hija (1865)

Cuando nos encontramos próximos a la celebración del día de la Madre, con frecuencia me vienen a la cabeza unas palabras que San Josemaría Escrivá, fundador del Opus Dei, solía repetir cuando alguna madre de familia numerosa se dirigía a él en los encuentros catequéticos que mantuvo por España y Latinoamérica hacia el final de su vida. Antes de responderle, recordaba con gracia a todos los presentes el dicho de que «la maternidad embellece». 

Esta realidad que comporta la maternidad contrasta hoy con la abundancia de tantos centros de estética, algunos de ellos muy especializados. La proliferación de este tipo de establecimientos es señal de que existe una creciente valoración por la imagen que uno da.

Y bien mirado, podemos decir que una madre tiene algo especial. Es algo que le confiere una belleza peculiar y única. No se trata solamente de una cuestión hormonal o física. Se trata de algo más profundo. La relación que se establece entre una madre y sus hijos la transforma, y ese cambio, que es interior y trasciende fuera, la embellece.

No es difícil ver que las madres tienen un papel insustituible en la vida de sus hijos. Escribía el Dr. Nagai, médico japonés que trabajó mucho tiempo en un orfanato, que «nuestra infancia es feliz porque podemos llorar. Sabemos que si lloramos nuestra madre vendrá y nos consolará. Una persona mayor no puede llorar a gritos, sólo un niño que tiene madre puede hacerlo». Había observado que si un huérfano llora, los demás se reían de él. Entonces éste aprende a la fuerza la astucia de contener las lágrimas. Probablemente no haya peor mal para una persona que sentirse solo y poco comprendido.

Además de saber consolar a sus hijos, la madre también les ofrece algo impagable: una sonrisa sincera. Trabajar o convivir con una persona que sonríe habitualmente tiene un influjo en el resto de la gente, que se aprecia cuando esa persona se marcha o se ausenta. Así, cualquiera que haya visto a una madre jugar y divertirse con sus hijos habrá tenido un comprensible deseo de ser capaz de mirar igual que ella. Los ojos de la madre revelan que algo se ha encendido por dentro. Y esa sonrisa todavía es más preciosa cuanto más dependiente sea el hijo. Es el caso, por ejemplo, de un bebé o de un hijo que sufra una discapacidad.

¿Qué le pasa a una mujer cuando corresponde al don de la maternidad? Le pasa lo más grande que le puede ocurrir a una persona: aprende a querer con toda su interioridad. Una madre vive para su hijo. Casi sería más preciso decir que se desvive por él. Habrá días luminosos y otros días más nublados, o incluso con tormentas; podrá haber bonanza económica o quizá se vivan momentos de recorte presupuestario en casa. Pero toda madre sabe que es capaz de sonreír y de consolar a su hijo, aunque las circunstancias no acompañen o se encuentre rota por dentro. Es capaz de elevarse por encima de sus capacidades con tal de ayudar a sus hijos. A partir de entonces, el bien de los hijos es fuente de alegría para una madre.

Hoy más que nunca esta relación puede aparecérsenos como difícil o utópica. Parece que los valores actuales apuntan en otra dirección. Estamos acostumbrados a medir la eficacia de nuestras acciones en función de nuestro interés o en términos económicos. Quizá por eso a muchos la maternidad les parezca una carga incomprensible. Y en cierto modo tienen razón. Porque la maternidad es un misterio. A una madre se le ha confiado algo único: cada hijo es irrepetible y portador de una esperanza. El vínculo que se genera lanza a los padres, y en particular a la madre, a una aventura diaria con cada hijo. Y en un mundo como el nuestro que busca seguridades y teme comprometerse, la madre generosa goza de un gran atractivo por cuanto ha asumido el riesgo de la auténtica hazaña: la entrega abnegada por el bien del otro.

La relación de una madre con sus hijos llega muy hondo. Romano Guardini reflexionó sobre este misterio: 
«¿Cómo ama la madre a su hijo? ¿Cómo nace ese amor? La madre ama ya, por su disponibilidad para concebirlo, al que no existe todavía pero se formará un día con su propia sangre. Más tarde, siente agitarse dentro de sí algo viviente, y su amor crece a medida que se desarrolla ese cuerpo distinto al suyo. Y ella, la madre, tiene conciencia de ese amor y cree en el sentido y cumplimiento de la existencia de ese hijo. Y cuando éste nace y lo mira en sus brazos, sus ojos se tornan capaces de una clarividencia más profunda, pues su corazón ha hecho ya un largo aprendizaje en la escuela de la paciencia y del amor».
La maternidad embellece porque enriquece el corazón. Lo que hace grande a una persona no es su sueldo o el poder que haya acumulado, sino su capacidad de amor. El amor de una madre por su hijo poco tendrá de romántico y mucho de sacrificado y desinteresado. El auténtico amor es el que lleva a entregarse y desvivirse por el bien del otro. Toda madre lo sabe. Y todos —puesto que todos somos hijos— las admiramos.

(Por Tomás Baviera Puig en almudi.org)

martes, 1 de mayo de 2012

Juan Pablo II y la Virgen María

Celebramos el primer aniversario de la beatificación de Juan Pablo II. No es coincidencia que fuese en mayo, mes de María. El papa eligió el como lema de su pontificado "Totus tuus", "Todo tuyo, María". Y si algo dejó claro a lo largo de su vida es que la Virgen María es el camino más corto entre la tierra y el cielo.

Recojo unas palabras del propio Juan Pablo II en sus memorias ¡Levantaos! ¡Vamos! donde habla del papel de la Virgen de Czestochowa en la historia de su Polonia natal

(...) Czestochowa es un sitio especial para los polacos. En cierto sentido se identifica con Polonia y con su historia, sobre todo con la historia de las luchas por la independencia nacional. Aquí se encuentra el santuario de la nación, llamado Jasna Góra. Clarus mons, Claromonte: este nombre, que se refiere a la luz que disipa las tinieblas, adquirió un significado particular para los polacos que vivieron en los tiempos sombríos de las guerras, de los desmembramientos territoriales y de las ocupaciones. 
Todos sabían que la fuente de esta luz de esperanza era la presencia de María en su milagrosa imagen. Así sucedió, quizá por primera vez, durante la invasión de los suecos, que pasó a la historia con el apelativo de diluvio; en aquellas circunstancias -algo significativo- el santuario se convirtió en una fortaleza que el invasor no logró conquistar. La nación consideró este hecho como una promesa de victoria.  
La fe en la protección de María dio a los polacos la fuerza para derrotar al invasor. Desde entonces, el santuario de Jasna Góra se ha convertido en cierto sentido en el baluarte de la fe, del espíritu, de la cultura y de todo lo que determina la identidad nacional.
Así ocurrió especialmente durante el largo período en que se perdió la soberanía del Estado y su territorio quedó desgajado. A esto se refería Pío XII durante la Segunda Guerra Mundial, cuando afirmaba: Polonia no ha desaparecido y no desaparecerá. Porque Polonia cree, Polonia reza, Polonia tiene Jasna Góra. Gracias a Dios esas palabras se cumplieron. 
Sin embargo, más tarde hubo otro período oscuro en nuestra historia, el de la dominación comunista. Las autoridades del partido eran conscientes de lo que significaban para los polacos Jasna Góra, la Imagen milagrosa y la ferviente devoción mariana que había en su entorno desde los inicios. Por eso, cuando por iniciativa del episcopado, y especialmente del cardenal Stefan Wyszyñski, salió de Czstochowa la peregrinación de la Imagen de la Virgen Negra para visitar todas las parroquias y comunidades de Polonia, las autoridades comunistas hicieron todo lo posible para impedir esta visita. 
Cuando la Imagen fue arrestada, por la policía, la peregrinación continuo con el marco vacío, y su mensaje se hizo más elocuente aún. En aquel marco sin imagen se podía leer una señal muda de la falta de libertad religiosa. La nación sabía que tenía derecho a ella y rezó aún más para obtenerla. Aquella peregrinación duro casi veinticinco años y produjo entre los polacos un extraordinario fortalecimiento en la fe, en la esperanza y en la caridad. 
Todos los polacos creyentes van en peregrinación a Czstochowa. Yo también iba allí desde pequeño para participar en una u otra peregrinación. En 1936 hubo una muy grande de la juventud universitaria de toda Polonia, que concluyo con el solemne juramento ante la Imagen. Luego se ha repetido cada año. 
Durante la ocupación nazi hice aquella peregrinación cuando era ya estudiante de literatura polaca en la facultad de Filosofía de la Universidad Jagellónica. Lo recuerdo de manera especial, porque para mantener la tradición fuimos a Czstochowa, como delegados, Tadeusz Ulewicz, yo y una tercera persona. Jasna Góra estaba rodeada por el ejército hitleriano. Los Padres Eremitas de San Pablo nos ofrecieron hospitalidad. Sabían que éramos una delegación. Todo permaneció en secreto. Tuvimos así la satisfacción de haber conseguido mantener, a pesar de todo, aquella tradición (...)
Y añade, sobre Méjico y la Virgen de Guadalupe:

"Quizá de aquellas peregrinaciones a Jasna Góra nació el deseo de que los primeros pasos de mi peregrinar como Papa se dirigiesen a un santuario mariano. Este deseo me llevó, en el primer viaje apostólico a México, a los pies de la Virgen de Guadalupe. En el amor que tienen los mexicanos y en general los habitantes de América Central y del Sur por la Virgen de Guadalupe -amor que se expresa de modo espontáneo y emotivo, pero muy intenso y profundo- hay numerosas analogías con la devoción mariana polaca, que fraguó también mi espiritualidad. Afectuosamente llaman a María la Virgen Morenita, nombre que puede ser traducido libremente como, Virgen Negra. Hay allí un canto popular muy conocido que habla del amor de un muchacho por una muchacha; los mexicanos refieren este canto a Nuestra Señora. En mis oídos resuenan siempre estas melodiosas palabras:

Conocí a una linda Morenita... y la quise mucho. Por las tardes iba yo enamorado y cariñoso a verla. Al contemplar sus ojos, mi pasión crecía. Ay Morena, Morenita mía, no te olvidaré. Hay un Amor muy grande que existe entre los dos, entre los dos..."