sábado, 30 de junio de 2012

Glosa a lo divino


Por toda la hermosura
nunca yo me perderé,
sino por un no sé qué
que se alcança por ventura.

I

Sabor de bien que es finito
lo más que puede llegar
es cansar el apetito
y estragar el paladar
y assí por toda dulçura
nunca yo me perderé
sino por un no sé qué
que se halla por ventura.

II

El coraçón generoso
nunca cura de parar
donde se puede passar
sino en más difficultoso
nada le causa hartura
y sube tanto su fee
que gusta de un no sé qué
que se halla por ventura.

III

El que de amor adolesce
de el divino ser tocado
tiene el gusto tan trocado
que a los gustos desfallece
como el que con calentura
fastidia el manjar que ve
y apetece un no sé qué
que se halla por ventura.

IV

No os maravilléis de aquesto
que el gusto se quede tal
porque es la causa del mal
ajena de todo el resto
y assí toda criatura
enajenada se vee
y gusta de un no sé qué
que se halla por ventura.

V

Que estando la voluntad
de divinidad tocada
no puede quedar pagada
sino con divinidad
mas, por ser tal su hermosura
que sólo se vee por fee,
gústala en un no sé qué
que se halla por ventura.

VI

Pues, de tal enamorado
dezidme si abréis dolor
pues que no tiene sabor
entre todo lo criado
solo sin forma y figura
sin hallar arrimo y pie
gustando allá un no sé qué
que se halla por ventura.

VII

No penséis que el interior
que es de mucha más valía
halla gozo y alegría
en lo que acá da sabor
mas sobre toda hermosura
y lo que es y será y fue
gusta de allá un no sé qué
que se halla por ventura.

VIII

Más emplea su cuydado
quien se quiere aventajar
en lo que está por ganar
que en lo que tiene ganado
y assí, para más altura
yo siempre me inclinaré
sobre todo a un no sé qué
que se halla por ventura.

IX

Por lo que por el sentido
puede acá comprehenderse
y todo lo que entenderse
aunque sea muy subido
ni por gracia y hermosura
yo nunca me perderé
sino por un no sé qué
que se halla por ventura.

(San Juan de la Cruz)

lunes, 25 de junio de 2012

Veintiséis años, la gracia de Dios y buen humor

Mañana, 26 de junio, se cumple un nuevo aniversario del "Dies natalis" de san Josemaría. Agradezco a mi amiga Elena Baeza su amabilidad al permitirme publicar el artículo que ha escrito por semejante motivo.

El fundador del Opus Dei es un santo contemporáneo, muchos miles de personas aún en vida le han conocido y tratado, ya sea de un modo esporádico o en una convivencia íntima y prolongada. Por suerte, el arco de su existencia se ha desplegado en una época donde las tecnologías han ayudado a poder registrar gestos y palabras: películas, vídeos, grabaciones y notas de conversaciones o de simples anécdotas familiares que nos han facilitado conocer no sólo su quehacer y sus virtudes, sino su semblante y su estilo, en definitiva su manera de ser.

Cuando el día 2 de octubre de 1928, por inspiración divina, vio que todos los hombres pueden aspirar a ser santos haciendo de todo trabajo, por humilde que sea, ocasión de encuentro y diálogo con Dios, él se preguntaba cómo llevar a cabo lo que Dios le pedía, “si sólo tengo 26 años, la gracia de Dios y buen humor. Y nada más”. ¡De su sí a la llamada de Dios dependían tantas cosas!: cientos de miles de personas se entregarían a Dios en medio del mundo y millones de hombres y mujeres de los cinco continentes compartirían su espíritu.

Una constante de su carácter, que subrayan cuántos le conocieron en cualquiera de las etapas de su vida, ha sido la alegría y la simpatía arrolladora de su modo de ser y de actuar. ¡Y, es el buen humor que tenía! No era simplemente una alegría fisiológica. Es mucho más. Es la alegría de los hijos de Dios. En muchos escritos sobre su vida se pueden leer comentarios como: “Me sorprendió su sentido del humor”. “Quedé removido por dentro”. “Todos reímos mucho”. “Tuve la convicción de estar muy cerca de Dios”.

Sabía reír como un niño, con anécdotas o chiste, o con las actuaciones divertidas, más o menos improvisadas, que en las tertulias de familia procuraban de vez en cuando hacer pasar un rato agradable. ¡Cuántas carcajadas ha hecho surgir el santo con sus ocurrencias y sus anécdotas! Su contagioso sentido del humor fue el instrumento para atraer a miles de almas a Dios.
Me trae a la memoria los últimos días de vida de mi madre, muy devota de él que cogía su estampa para la devoción privada, -no sabemos que le pediría-, pero cuando acaba de encomendarse a él, repetía siempre: “mira se ríe de los que le pido” y, es que dentro de sus sufrimientos ella veía la sonrisa que probablemente él le transmitía.

En estos tiempos que corren de angustia, de crisis económica, viene bien mirar y quedarse con la vida de un santo conocido también como “Maestro de Buen Humor”, que tanta falta nos hace para recuperar esa paz que tantos anhelan.

En la vida de san Josemaría –como en la de cualquier persona- no faltaron las contradicciones ni las enfermedades. Si alguno de sus hijos sufría, podía proponerle: ¿Quieres un plan eficaz? Te doy éste, muy experimentado en nuestro Opus Dei: “callar, rezar, trabajar, sonreír”. Porque de que sirve enfadarse, si luego tienes que desenfadarte, no has conseguido nada y has tenido doble trabajo. “La verdadera virtud no es triste y antipática, sino amablemente alegre” (Camino, 657).

domingo, 24 de junio de 2012

San Juan Bautista

Jean Benner
Salomé con cabeza del Bautista, 1899
Además del nacimiento de Jesús y de la Virgen María, el nacimiento de san Juan Bautista es el del único santo que celebra la Iglesia Católica.

Este domingo, 24 de junio, contemplamos el nacimiento de san Juan Bautista, el Precursor, la voz que anuncia a Jesucristo. Se trata de un nacimiento rodeado de signos prodigiosos, puesto que Juan nace de Isabel, que ya era una anciana lógicamente estéril; por otra parte, Zacarías, el padre, había perdido el habla en el templo, a causa de su incredulidad, y la recobrará justamente cuando ponga a su hijo el nombre de Juan. Estos acontecimientos sobrecogen a los vecinos y conocidos y se comentan por toda la montaña de Judea, y llevan a la certeza de que la mano del Señor está con este niño.

La misión de Juan consistirá en dar testimonio de la Luz, por eso invitará a la conversión, a abrir las puertas del corazón y acoger la luz de Cristo. Su figura permanece actual, a pesar del paso del tiempo, íntimamente unida a la venida de Cristo y también a su obra, que anuncia la redención del mundo. Su ejemplo se mantiene vivo a los ojos de la Iglesia, que ha de vivir en conversión continua y preparar los caminos del Señor anunciando la Buena Nueva.

Desde Jerusalén y desde toda Judea, la gente llegaba para escuchar su palabra y para hacerse bautizar en el Jordán. Su fama creció hasta el punto de que muchos pensaban que quizá era el Mesías, pero él lo niega con rotundidad cuando es preguntado al respecto. Lleva a cabo su misión desde el testimonio de una vida íntegra y austera; con humildad, orientando a sus discípulos hacia el encuentro con Cristo; predicando la conversión con valentía, con parresia, y manteniéndose fiel hasta la muerte.
Bautismo de Cristo, Guido Reni

La humildad sitúa a la persona en la verdad y la libera de la vanidad y de la soberbia. La persona humilde reconoce que todo lo ha recibido de Dios. Nace del sentido de Dios, de la conciencia de su realidad, de su omnipotencia, de la experiencia de que todo es don suyo. La humildad se aprende también en la contemplación de Cristo Redentor y de su camino de humillación hasta la muerte en cruz. No se trata sólo de una virtud importante, sino que viene a ser como el fundamento de todas las virtudes.

También es preciso anunciar la Buena Nueva con firmeza, con parresia, como hace Juan Bautista. Él da testimonio de la verdad desde la libertad. En el momento presente, tanto de forma personal como comunitaria, hemos de ser firmes y decididos, a la hora de dar testimonio de nuestra fe en Cristo con libertad, con valentía y sin ambigüedades. Porque ésta es una característica esencial de la misión evangelizadora de la Iglesia y de cada cristiano, el hablar con coraje, con libertad y sin temor. El Bautista nos da ejemplo de firmeza en el testimonio, y de verdadera humildad, no buscando la propia gloria, sino la gloria de Dios.

+ José Ángel Saiz Meneses, obispo de Tarrasa

miércoles, 20 de junio de 2012

El "Sí" de una vida

Edward A. Fellowes-Prynne (1854 - 1921), "Ecce ancilla Domini"

"Es fácil ser coherente en la hora de la exaltación, difícil serlo en la hora de la tribulación. Y sólo puede llamarse fidelidad una coherencia que dura a lo largo de toda la vida. El "Fiat" de María en la anunciación encuentra su plenitud en el "Fiat" silencioso que repite al pie de la Cruz"

(Juan Pablo II, de la homilía pronunciada en la catedral de Méjico el 26-01-1979)

William-A. Bouguereau (1825-1905)
Pietà (1876)

martes, 19 de junio de 2012

¿Por qué muere Ofelia?

Recupero este fantástico texto de José Ramón Ayllón.

Hay lectores que no perdonan al novelista la muerte del personaje que les ha conquistado. Pero el escritor suele ser inocente, porque su obligación es reflejar la vida, y en la vida sólo hay dos certezas: que tú y yo estamos aquí y que vamos a morir. Todo lo demás es más o menos probable e incierto: no sabemos con seguridad qué va a ser de nosotros dentro de cinco, diez, veinte años... Por eso, un relato literario donde no muere nadie es parcial, incompleto. Por eso, en muchas obras maestras mueren los protagonistas, y las grandes historias de amor no son una excepción: mueren Romeo y Julieta, Calixto y Melibea, Cyrano, Hamlet y Ofelia, Héctor, Desdémona, Antígona...

Platón afirmaba que la filosofía es, en el fondo, una meditación sobre la muerte. Quería decir, con esa contundencia, que quien pasa por la vida sin pensar en la muerte vive como un sonámbulo. Así piensan también los clásicos de la literatura, que lo son por haber puesto la brillantez de su estilo al servicio del misterio de la condición humana. Además, los griegos nos han enseñado que las mejores historias son las que ponen a los protagonistas en situaciones límite. No admiramos a un señor por el mero hecho de verle caminar por la calle, pero nos maravilla cuando camina sobre un cable de acero a gran altura, en el circo, o cuando sube al escenario y se convierte en Alejandro Sanz. De la misma manera, en literatura no admiramos la historia de lo que puede hacer cualquiera de nosotros cualquier día. En cambio, nos interesa la resolución de situaciones difíciles (desde Ulises a Harry Potter), nos conmueven las grandes pasiones (desde Aquiles a Ana Karenina), y nos sacude violentamente la muerte de alguien a quien queremos (desde Patroclo a la madre de Bambi).

Theodor von der Beek (1838 - 1921), Ophelia
Las cosas tal como son
       
La tragedia griega –origen de la novela y del cine– no representaba culebrones para pasar el rato, sino acciones de gran calado, escogidas para conmover al espectador, configurar su corazón y hacer de él un ciudadano a la medida de la polis. Mediante el temor y la compasión que provoca en el espectador, la tragedia lleva a cabo la purgación de tales sentimientos: una descarga de tensión interior (catarsis), semejante a la que muchos consiguen haciendo deporte o animando a su equipo en un estadio, y también riendo o llorando ante la gran pantalla. Pero hay otro sentido de la catarsis mucho más importante: consiste en poner en su sitio los sentimientos fundamentales, pues las emociones y las pasiones están con frecuencia "revueltas", de forma que lo bueno nos puede parecer malo, y lo malo bueno. La telebasura, sin ir más lejos, lleva muchos años practicando a la perfección esta perversión de los sentimientos.

Los griegos sabían que la educación, además de amueblar la cabeza con conceptos y fortalecer la voluntad con virtudes, ha de llegar hasta los sentimientos para configurarlos correctamente. Si el conocimiento requiere lecciones y discursos, la sensibilidad necesita una historia capaz de inducir emociones profundas. Eso logra la tragedia –y en su estela la novela y el cine– cuando presenta lo vil y lo heroico como vil y como heroico, y cuando provoca las reacciones emotivas correspondientes, de forma que el mal resulta despreciable y el bien nos atrae, sin ambigüedad ni confusión. Por ese precio muere Ofelia.

sábado, 16 de junio de 2012

Corazón Inmaculado de María

María, Madre de Jesús y nuestra, nos señala hoy su Inmaculado Corazón. Un corazón que arde de amor divino, que rodeado de rosas blancas nos muestra su pureza total y que atravesado por una espada nos invita a vivir el sendero del dolor-alegría.

La Fiesta de su Inmaculado Corazón nos remite de manera directa y misteriosa al Sagrado Corazón de Jesús. Y es que en María todo nos dirige a su Hijo. Los Corazones de Jesús y María están maravillosamente unidos en el tiempo y la eternidad.

La Iglesia nos enseña que el modo más seguro de llegar a Jesús es por medio de su Madre.

Por ello, nos consagramos al Corazón de Jesús por medio del Corazón de María. Esto se hace evidente en la liturgia, al celebrar ambas fiestas de manera consecutiva, viernes y sábado respectivamente, en la semana siguiente al domingo del Corpus Christi.

Santa María, Mediadora de todas las gracias, nos invita a confiar en su amor maternal, a dirigir nuestras plegarias pidiéndole a su Inmaculado Corazón que nos ayude a conformarnos con su Hijo Jesús.

Venerar su Inmaculado Corazón significa, pues, no sólo reverenciar el corazón físico sino también su persona como fuente y fundamento de todas sus virtudes. Veneramos expresamente su Corazón como símbolo de su amor a Dios y a los demás.

El Corazón de Nuestra Madre nos muestra claramente la respuesta a los impulsos de sus dinamismos fundamentales, percibidos, por su profunda pureza, en el auténtico sentido. Al escoger los caminos concretos entre la variedad de las posibilidades, que como a toda persona se le ofrece, María, preservada de toda mancha por la gracia, responde ejemplar y rectamente a la dirección de tales dinamismos, precisamente según la orientación en ellos impresa por el Plan de Dios.

Ella, quien atesoraba y meditaba todos los signos de Dios en su Corazón, nos llama a esforzarnos por conocer nuestro propio corazón, es decir la realidad profunda de nuestro ser, aquel misterioso núcleo donde encontramos la huella divina que exige el encuentro pleno con Dios Amor.

(Aciprensa.com)

domingo, 10 de junio de 2012

¿Qué sabéis de mí?


No habléis de mí, vosotros que cifráis vuestra dicha
en el afán y el júbilo de algún amor terreno;
¿qué sabéis del poder obsesivo, inmutable,
del dominio absoluto de Dios que llevo dentro? 
Vuestros ojos resbalan sobre mí sin captarme.
Sólo advertís la forma tangible de mi cuerpo.
¿Qué sabéis de la llama que quema y no consume,
qué sabéis de mi Dios, del Dios que llevo dentro? 
Esa vida aparente, similar a la vuestra,
es tránsito forzoso; es el mismo sendero
que os conduce a la nada y a mí me precipita
en la sima sin fondo del Dios que llevo dentro. 
Nadie puede quitármelo; Él es lo único mío,
lo único invulnerable a los celos del viento,
al curso de los astros, al dolor y a la muerte.
Debo mi libertad al Dios que llevo dentro.

Ernestina de ChampourcínPresencia a oscuras.

domingo, 3 de junio de 2012

Dios es familia

Claudio Coello: "Trinidad del Cielo y de la tierra"

Fragmento de la homilía de Benedicto XVI el domingo 3 de junio de 2012 en Parque de Bresso, con motivo del VII Encuentro Mundial de las familas.

(...) La familia, fundada sobre el matrimonio entre el hombre y la mujer, está también llamada al igual que la Iglesia a ser imagen del Dios Único en Tres Personas. Al principio, en efecto, «creó Dios al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó; hombre y mujer los creó. Y los bendijo Dios, y les dijo: “Creced, multiplicaos”» (Gn 1, 27-28).

Dios creó el ser humano hombre y mujer, con la misma dignidad, pero también con características propias y complementarias, para que los dos fueran un don el uno para el otro, se valoraran recíprocamente y realizaran una comunidad de amor y de vida. El amor es lo que hace de la persona humana la auténtica imagen de la Trinidad, imagen de Dios

Queridos esposos, viviendo el matrimonio no os dais cualquier cosa o actividad, sino la vida entera. Y vuestro amor es fecundo, en primer lugar, para vosotros mismos, porque deseáis y realizáis el bien el uno al otro, experimentando la alegría del recibir y del dar. 
Es fecundo también en la procreación, generosa y responsable, de los hijos, en el cuidado esmerado de ellos y en la educación metódica y sabia. 
Es fecundo, en fin, para la sociedad, porque la vida familiar es la primera e insustituible escuela de virtudes sociales, como el respeto de las personas, la gratuidad, la confianza, la responsabilidad, la solidaridad, la cooperación. 

Queridos esposos, cuidad a vuestros hijos y, en un mundo dominado por la técnica, transmitidles, con serenidad y confianza, razones para vivir, la fuerza de la fe, planteándoles metas altas y sosteniéndolos en la debilidad. 

Pero también vosotros, hijos, procurad mantener siempre una relación de afecto profundo y de cuidado diligente hacia vuestros padres, y también que las relaciones entre hermanos y hermanas sean una oportunidad para crecer en el amor.

El proyecto de Dios sobre la pareja humana encuentra su plenitud en Jesucristo, que elevó el matrimonio a sacramento. Queridos esposos, Cristo, con un don especial del Espíritu Santo, os hace partícipes de su amor esponsal, haciéndoos signo de su amor por la Iglesia: un amor fiel y total. Si, con la fuerza que viene de la gracia del sacramento, sabéis acoger este don, renovando cada día, con fe, vuestro «», también vuestra familia vivirá del amor de Dios, según el modelo de la Sagrada Familia de Nazaret

Queridas familias, pedid con frecuencia en la oración la ayuda de la Virgen María y de san José, para que os enseñen a acoger el amor de Dios como ellos lo acogieron. Vuestra vocación no es fácil de vivir, especialmente hoy, pero el amor es una realidad maravillosa, es la única fuerza que puede verdaderamente transformar el cosmos, el mundo. Ante vosotros está el testimonio de tantas familias, que señalan los caminos para crecer en el amor: mantener una relación constante con Dios y participar en la vida eclesial, cultivar el diálogo, respetar el punto de vista del otro, estar dispuestos a servir, tener paciencia con los defectos de los demás, saber perdonar y pedir perdón, superar con inteligencia y humildad los posibles conflictos, acordar las orientaciones educativas, estar abiertos a las demás familias, atentos con los pobres, responsables en la sociedad civil. 
Todos estos elementos construyen la familia. Vividlos con valentía, con la seguridad de que en la medida en que viváis el amor recíproco y hacia todos, con la ayuda de la gracia divina, os convertiréis en evangelio vivo, una verdadera Iglesia doméstica (cf. Exh. ap. Familiaris consortio, 49). 

Quisiera dirigir unas palabras también a los fieles que, aun compartiendo las enseñanzas de la Iglesia sobre la familia, están marcados por las experiencias dolorosas del fracaso y la separación. Sabed que el Papa y la Iglesia os sostienen en vuestra dificultad. Os animo a permanecer unidos a vuestras comunidades, al mismo tiempo que espero que las diócesis pongan en marcha adecuadas iniciativas de acogida y cercanía (...).