El 9 de noviembre de 1085, la Madre de Dios quiso hacerse la encontradiza con el pueblo de Madrid, iniciando así una historia de amor que dura ya 926 años.
Por aquella época -corría el año 1085-, los vecinos de la Villa de Madrid andaban huérfanos de Madre. Hacía ya dos años que el rey Alfonso VI había reconquistado la ciudad, pero la imagen de Santa María que presidía la anterior iglesia en la ciudadela, convertida en mezquita hacia el 916, seguía sin aparecer. Cundía la desazón entre el pueblo, hasta tal punto que el propio rey se afanó en buscar la imagen, para que la iglesia de Santa María recuperara a la única y añorada Dueña del lugar. Y para conseguirlo recurrió a rogativas y procesiones, convencido de que una madre siempre responde a la llamada del hijo.
Como era de esperar, la Virgen se hizo la encontradiza con los madrileños, irrumpiendo a escasos metros de donde transcurría una procesión, posiblemente a la altura de la antigua muralla árabe, en una de las actuales curvas de la Cuesta de la Vega. Y, de repente, el otoño se hizo primavera en Madrid, en aquel frío domingo de noviembre, cuando una parte del muro de la muralla se derrumbó y ahí apareció la imagen de Santa María, incluso con los dos cirios encendidos -como afirma una tradición- con los que había sido ocultada. Es la lógica aplastante de una madre. Si ella era la luz, esos cirios tenían que estar encendidos. Santa María de la Almudena se encargaría de dar calor de madre a todos los que se acercaran a su regazo dentro y fuera de la Villa de Madrid a lo largo de los siglos.
La historia de Santa María La Real de La Almudena
¿Y qué hijo no se entusiasma conociendo más de cerca la historia de su madre? El Vicario episcopal para la Vida consagrada y canónigo de la catedral de Madrid, don Joaquín Martín Abad, ha escrito un magnífico libro -Santa María La Real de La Almudena-, en el que relata todos los pormenores históricos, artísticos y espirituales sobre la advocación, la imagen y el templo de quien ha robado el corazón de los madrileños y luce con todos los honores el título de Patrona de Madrid.
En el prólogo de este libro, el cardenal arzobispo de Madrid, don Antonio María Rouco Varela, recuerda que, desde los primeros tiempos de su existencia, la Iglesia en Madrid está vinculada inseparablemente a la Virgen María.
Conmueve pensar en la cantidad de confidencias, peticiones y agradecimientos que habrá escuchado Santa María la Real de La Almudena a lo largo de estos más de 9 siglos. Ante ella rezaron san Isidro y santa María de la Cabeza, y ante ella acaban de postrarse tantos miles de jóvenes de todo el mundo que, durante la pasada JMJ, se habrán llevado a sus hogares la mirada sonriente de esa Virgen de tez morena, atajo seguro para llegar al Hijo.
La Virgen que derriba muros
Tal como recuerda don Joaquín Martín Abad en este libro, otro 9 de noviembre, esta vez en el año 1989, caía el muro de Berlín. Algunos lo llamarán caprichos del destino, pero para muchos otros se trata de una nueva caricia de madre, que después de vivir casi 4 siglos separada de los que tanto quería, quiso que ningún otro muro privara de libertad a aquellos hijos suyos alemanes. Aunque desde el primer momento era la Reina de los madrileños, su coronación llegó en el año 1948.
En la colegiata de San Isidro, que hacía las veces de catedral, esperó con impaciencia aquella espléndida jornada del 15 de junio de 1993, en la que el Beato Juan Pablo II dedicó la catedral de Santa María la Real de la Almudena. Allí, enmarcada por la filigrana del Maestro Juan de Borgoña, la Virgen no sólo sostiene al Niño, sino que parece como si nos invitara a cogerlo en nuestros brazos, a jugar con Él. Porque sólo Ella sabe que, haciéndonos como niños, aprenderemos a amar como hacen los niños, eso sí, bien asidos de su mano para que ningún obstáculo nos separe jamás del Hijo. Que nadie se confunda. El camino más corto pasa por la Almudena. Felicidades a todos los madrileños.
Eva Fernández en alfayomega.es
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