Lo que se lee a continuación, apareció en ABC de Sevilla el 8 de noviembre de 2010, firmado por Francisco Robles. Lo traigo porque es actualidad y está pasando en España en cientos de lugares.
Una comida diferente
Pagó la última ronda de unas cervezas que le habían sentado divinamente después de una intensa semana de trabajo, se lo habían pasado bomba despotricando del viaje del Papa, de la hipocresía de la Iglesia, de todo lo que les pedía el anticlericalismo que los unía como la amistad que se profesaban y que les servía para estar colocados en la misma empresa pública de la Junta. Se fue a casa para comer algo antes de echarse una buena siesta, pero de camino se encontró con un olor que lo llevó directamente hasta el paraíso efímero de su infancia. Un olor a cocido, a caldo humeante, el aroma que lo recibía cuando llegaba a su casa después del colegio, con su madre atareada en la humilde cocina donde la olla hervía sin cesar.
Entró en un local que le pareció un restaurante modesto pero con encanto, iba distraído, pensando en el Informe Técnico sobre Prevención de Riesgos Psicosociales de las Personas Expuestas a Situaciones de Disrupción Económica Familiar que le habían encargado en la empresa pública donde trabaja. En realidad no era un restaurante, sino un autoservicio frecuentado por gente de toda condición. Había personas ataviadas a la antigua usanza junto a individuos solitarios que vestían según las normas alternativas del arte povera. De pronto abrió los ojos y se quedó pasmado al comprobar que quien le servía la comida en la bandeja era una monja. Aquello era un comedor social y se vio rodeado de eso que nunca se nombra en los informes ni en los dosieres que prepara: pobres.
William A. Bouguereau Caridad (1878) |
No podía creer lo que estaba sucediendo. Nadie le había pedido nada por darle de comer, ni le habían preguntado por sus creencias. Se limitaban a darle de comer al hambriento, sin adjetivos. Al salir no le dio las gracias a la monja que le había dado de comer. Pero no fue por mala educación, sino porque no podía articular palabra. Una inclinación de cabeza. Ella le contestó con una sonrisa leve. «Vuelve cuando lo necesites y si no estoy, di que vienes de parte mía. Me llamo Esperanza».
Es admirable la labor de la Iglesia en todas las situaciones y encomiable la ayuda de los voluntarios.
ResponderEliminarEn León la cola para el comedor de Cáritas es asombrosa, cada vez más larga.
Mucho, mucho hablar, pero la que de verdad está siempre con los que sufren es la Iglesia.
Un beso fuerte,no hay palabras ante esta situación.
Rosa, parece ser que las colas en Cáritas en todas las ciudades son tremenda. Me pregunto qué haría el Estado sin la labor de Cáritas y de la Iglesia. Les debe mucho, aunque no quieran reconocerlo.
EliminarUn beso, amiga.
Hoy he llegado a tu blog, y leo esto emocionada.
ResponderEliminarCada vez necesita más gente...y ayer viendo un programa de la tele, ¿por qué no decirlo? Veíamos 'El hormiguero' y estaban Imanol Arias y Ana Duato hablando de Unicef...total que el presentador, Pablo Motos, dijo que en tiempos de crisis uno se da cuenta de que lo que más feliz nos hace es dar a los demás. Mi marido le contestó (para nosotros claro) 'eso ya lo dijo Jesucristo hace casi 2000 años...pero aún hoy no le quieren escuchar'
Cuánta razón!
La caridad es la expresión máxima del amor, y ese es el principal, el mandamiento nuevo, amar al prójimo como Cristo nos amó.
Un saludo!
Bienvenida, Clo. Efectivamente, no hay nada más y actual que la doctrina de Cristo, que para eso "hace nuevas todas las cosas".
EliminarUn saludo y espero verte por esta tu casa.