No habléis de mí, vosotros que cifráis vuestra dicha
en el afán y el júbilo de algún amor terreno;
¿qué sabéis del poder obsesivo, inmutable,
del dominio absoluto de Dios que llevo dentro?
Vuestros ojos resbalan sobre mí sin captarme.
Sólo advertís la forma tangible de mi cuerpo.
¿Qué sabéis de la llama que quema y no consume,
qué sabéis de mi Dios, del Dios que llevo dentro?
Esa vida aparente, similar a la vuestra,
es tránsito forzoso; es el mismo sendero
que os conduce a la nada y a mí me precipita
en la sima sin fondo del Dios que llevo dentro.
Nadie puede quitármelo; Él es lo único mío,
lo único invulnerable a los celos del viento,
al curso de los astros, al dolor y a la muerte.
Debo mi libertad al Dios que llevo dentro.
Ernestina de Champourcín, Presencia a oscuras.
Hermosísimo. Hace muy poco tiempo leí otro poema; para mí, encontrarla de nuevo aquí,es un verdadero gozo. La descubrí mucho después de salir de la Facultad; así como sus compañeros de Generación eran explicados una y mil veces, a ella nunca le dedicaron un momento. Me viene también a la memoria María Zambrano en el campo de la Filosofía, y tantas y tantas pintoras... Una pena.
ResponderEliminarGracias, me encanta Ernestina de Champourcín, me encanta nombrarla y recrearme en sus versos (Debo mi libertad al Dios que llevo dentro).
Un beso grande.
En la facultad me extrañaba que siendo republicana, no nos hablaran de ella. Al saber más de su vida comprendí "su delito". Es difícil ser católico y que te lean en las facultades de letras de Al Andalus.
EliminarTambién me recuerda a María Zambrano, y a tantas otras silenciadas.
¡Gracias por estar aquí!