He entrado en unidad con la pradera;
camino del magnífico, entregado,
desplome de mi ser en lo divino.
He entrado en unidad con ese bosque
que es todo ruiseñor y es todo pena,
como el bosque que llevo en mis entrañas.
He entrado en unidad con el estío:
y sus turbias raíces del pecado
le han servido de tronco a mi azucena.
Me duelen como deben de dolerles
a los granos de arena las espumas,
como al fondo del mar, la gran turquesa.
Se llega a Dios por todos mis sentido.
Se llega a Dios por todas mis heridas.
Se llega a Dios mirándome a los ojos.
Por las acequias rojas de mis venas
va la sangre moviendo el gran molino
de una oración enorme y sin palabras.
Se ma ha quedado anoche, junto al alma,
abierto el portoncillo de la pena:
… y Dios estaba, con el sol primero,
sentado, allí, en las flores.
José María Pemán
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Que lugar tan bello para alabar a Dios. Es un don poder contemplar la belleza que la Naturaleza nos ofrece. Ella nos habla del Creador, de su hermosura, de lo que nos tiene reservado. Preciosa. Pemán, todo lo que escribió fue bueno. No sabría desechar nada de él. Un beso
ResponderEliminarEstamos de acuerdo, amigo ;-)
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