Érase un país, España, escenario de experimentos masónicos.
Érase un político español, Pedro Zerolo, en gran medida artífice de implantar y exportar esos experimentos al resto de Europa.
Dicen los que lo conocían que era buena persona, trabajador infatigable y de sonrisa imborrable.
Ojalá tuviésemos en este país muchos políticos que con ese empeño se dedicasen a trabajar por la institución familiar como columna vertebral de la sociedad; a defender el vínculo matrimonial entre el hombre y la mujer como base de la célula familiar; a defender y luchar por la vida desde su concepción; y a velar por la verdadera igualdad entre hombre y mujer, que radica en su dignidad.
Descanse en paz, señor Zerolo.
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