Misterioso y envolvente. Es lo que me sugiere este poema sinfónico de Borodin. Cuando era pequeña me gustaba dormirme escuchándolo. Me imaginaba en un trineo tirado por perros siberianos, corrriendo sobre la nieve con destino a ninguna parte. A veces, un sol como una naranja en el horizonte, y otras tormenta de nieve. Y en la niebla el humo del tren transiberiano, alejándose.
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