Practica una caridad alegre, dulce y recia, humana y sobrenatural; caridad afectuosa, que sepa acoger a todos con una sincera sonrisa habitual; que sepa comprender las ideas y los sentimientos de los demás.
—Así, suavemente y fuertemente, sin ceder en la conducta personal ni en la doctrina, la caridad de Cristo —bien vivida— te dará el espíritu de conquista: tendrás cada día más hambre de trabajo por las almas.
(San Josemaría, Forja, nº 282)
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