Texto de la primera homilía del Papa Francisco, la que la tarde posterior a su elección dirigió a los cardenales en la Capilla Sixtina:
En estas tres lecturas veo que hay algo en común: es el movimiento.
- En la primera lectura, el movimiento en el camino;
- en la segunda lectura, el movimiento en la edificación de la Iglesia;
- en la tercera, en el Evangelio, el movimiento en la confesión.
Caminar, edificar, confesar.
Caminar.
«Casa de Jacob, venid; caminemos a la luz del Señor» (Is 2,5). Ésta es la primera cosa que Dios ha dicho a Abrahán: camina en mi presencia y sé irreprochable. Caminar: nuestra vida es un camino y cuando nos paramos, algo no funciona. Caminar siempre, en presencia del Señor, a la luz del Señor, intentando vivir con aquella honradez que Dios pedía a Abrahán, en su promesa.
Edificar.
Edificar la Iglesia. Se habla de piedras: las piedras son consistentes; pero piedras vivas, piedras ungidas por el Espíritu Santo. Edificar la Iglesia, la Esposa de Cristo, sobre la piedra angular que es el mismo Señor. He aquí otro movimiento de nuestra vida: edificar.
Tercero, confesar.
Podemos caminar cuanto queramos, podemos edificar muchas cosas, pero si no confesamos a Jesucristo, algo no funciona. Acabaremos siendo una ONG asistencial, pero no la Iglesia, Esposa del Señor. Cuando no se camina, se está parado. ¿Qué ocurre cuando no se edifica sobre piedras? Sucede lo que ocurre a los niños en la playa cuando construyen castillos de arena. Todo se viene abajo. No es consistente. Cuando no se confiesa a Jesucristo, me viene a la memoria la frase de Léon Bloy: «Quien no reza al Señor, reza al diablo». Cuando no se confiesa a Jesucristo, se confiesa la mundanidad del diablo, la mundanidad del demonio.
Raúl Berzosa: Cristo Eucarístico. |
Caminar, edificar, construir, confesar. Pero la cosa no es tan fácil, porque en el caminar, en el construir, en el confesar, a veces hay temblores, existen movimientos que no son precisamente movimientos del camino: son movimientos que nos hacen retroceder.
Este Evangelio prosigue con una situación especial. El mismo Pedro que ha confesado a Jesucristo, le dice: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo. Te sigo, pero no hablemos de cruz. Esto no tiene nada que ver. Te sigo de otra manera, sin la cruz». Cuando caminamos sin la cruz, cuando edificamos sin la cruz y cuando confesamos un Cristo sin cruz, no somos discípulos del Señor: somos mundanos, somos obispos, sacerdotes, cardenales, papas, pero no discípulos del Señor.
Quisiera que todos, después de estos días de gracia, tengamos el valor, precisamente el valor, de caminar en presencia del Señor, con la cruz del Señor; de edificar la Iglesia sobre la sangre del Señor, derramada en la cruz; y de confesar la única gloria: Cristo crucificado. Y así la Iglesia avanzará.
Deseo que el Espíritu Santo, por la plegaria de la Virgen, nuestra Madre, nos conceda a todos nosotros esta gracia: caminar, edificar, confesar a Jesucristo crucificado.
Que así sea.
Quartier, recemos por este Santo Padre que nos va cautivando poco a poco con sus palabras.
ResponderEliminarCon sus palabras, con sus gestos y con su sonrisa. Ya lo creo que rezamos por él.
EliminarUn abrazo, Clo.
Bueno en los dos blogs, he leido la homilia que no la había escuchado, caminar, edificar y confesar. Está en lo cierto. Voy a leerlo de nuevo para profundizar más en ello. Me uno a vuestra oración para que tenga un buen Papado. Un abrazo!
ResponderEliminarComo dices, la homilía es para releerla y profundizar. Me alegro de que te haya ayudado.
EliminarUn abrazo.
Lo leyó hoy el obispo de León en una celebración y es realmente hermoso.
ResponderEliminarGracias.
La verdad es que sería genial que se leyera en todas las iglesias.
EliminarUn abrazo, Rosa.
Nulla die sine crucem, el único camino.Debemos volver a esa realidad de la cruz, desde la alturo del patibulo se tiene una perspectiva mas elevada que cuando se esta pegado a la tierra.
ResponderEliminarUn saludo