Luisa es una anciana de algodón a quién el paso del tiempo no le ha arrebatado ni un ápice de elegancia. Su demencia senil no le impide percibir cualquier manifestación de cariño, que ella agradece con sus sonrientes ojos azules.
A finales de noviembre su vida empezó a apagarse.
El 29 de diciembre se fue mientras dormía.
El 29 de diciembre se fue mientras dormía.
Ayer, en su funeral, el sacerdote agradecía a sus sobrinas el cariño y los desvelos que han tenido con ella hasta el último momento. Porque han ido contra corriente, como personas que aman la vida.
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