jueves, 17 de marzo de 2011

Faceta provida de Jane Russell

Murió hace dos semanas y los periódicos se llenaron de obituarios recordando a aquella belleza morena de los cuarenta... Nadie habló de otra faceta suya, la de luchadora provida.


Tras su muerte, la familia pidió a los amigos y fans que no enviaran flores y que destinaran el dinero a los dos centros de acogida para menores y mujeres embarazadas que tenía la actriz.

Cuando contaba 18 años, ya metida en el mundo de la moda y justo cuando comenzaba a estudiar interpretación, se quedó embarazada. Pensó entonces que un embarazo cortaría su carrera. Aunque sabía -más bien sentía- que el aborto no era la solución, decidió acabar con la vida del niño que estaba en camino.

Porque, lejanos ya los años de celuloide y estrenos, para Jane Russell -compañera de Marilyn en la célebre película de Howard Hawks- el recuerdo más vivo de la actriz es su enorme labor por los niños desfavorecidos y el esfuerzo que hizo por encontrar una familia a más de 40.000 pequeños gracias a su fundación, Fondo Internacional de Adopción Mundial (WAIF por sus siglas en inglés).

La joven Russell se refugió entonces en los brazos de su madre. “Ella estuvo a su lado en todo momento; sabía que lo que había hecho su hija estaba mal, pero le dijo que, si dejaba a Dios actuar en su vida, Él convertiría lo malo en bueno".

Con la ayuda de su familia, la actriz continuó su carrera cinematográfica y con 34 años puso en marcha una organización dedicada a la adopción y centrada, sobre todo, en los niños mayores o con discapacidad. Gracias a ella, decenas de miles de niños encontraron una casa y tuvieron una vida normal.

Tres de esos niños sin hogar pasaron a formar parte de la familia de Jane y, cuando murió a los 89 años, tenía seis nietos y 10 bisnietos en su árbol genealógico. Desde aquel 1955 hasta su muerte dedicó gran parte de su tiempo a obras de caridad y, sobre todo, a la lucha provida, a la defensa del no nacido y a hablar de Dios a quien quisiera escuchar. “Le apasionaba usar su fama y el cariño que la gente le tenía para dar a conocer la fe”, declaró la familia tras su muerte.

¿Por qué esto no ha trascendido? “Porque no es políticamente correcto para los medios de comunicación, pero ella no dudaba en contar lo que hacía, no le asustaba en absoluto”, aseguran los suyos.

Deja la huella del amor incondicional a los inocentes y, sobre todo, el convencimiento de que de algo intrínsecamente malo pueden salir muchas cosas buenas, en este caso miles de niños con hogar, si se deja a Dios actuar.
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