En el post del día de Andalucía, Luisa dejó un comentario en el que decía que alguien le preguntaba que si se celebraba el día de san Chaves.
Luisa, te digo que a mí me encantaría que algún día se celebrase.
Ser santo está al alcance de cualquier fortuna. Me explico: es cuestión de querer serlo.
¿Qué es un santo? Es una persona que se fía de Dios, que tiene muy claro que ha salido de sus manos y que a ellas ha de volver. Porque lo de aquí es de paso. Lo de aquí son las raíces. Lo de verad, lo bonito es el árbol frondoso que seremos en la vida eterna.
¿Y quién puede serlo? Todos, porque Dios nos ha creado con la libertad para poder elegirlo a Él. Todos estamos llamados a serlo. Luego, cada uno responde a esa llamada de varios modos: pasando olímpicamente, haciéndose el loco, siendo un tibio, dando el mínimo o dejándose la vida en ello.
El que quiere ser santo, como es humano, tiene las mismas pasiones, tentaciones, caídas, defectos que el resto. Pero lucha por vivir las virtudes en grado heroíco. A saber: caridad, justicia, templanza, esperanza, laboriosidad, alegría, lealtad, fidelidad… y todas las que quieras poner en la lista.
Al que quiere ser santo se lo nota. No por que desprenda aroma a incienso, o levite. Sino porque “por sus hechos los conoceréis”. No hay en su aspecto nada estridente.
Por eso quiero que algún día se celebre san Manuel Chaves, san Zetapé, santa de la Vega, santa Bibiana Miembra, san Pepiño, santa Aguirre, san Gallardón, san Carod, san Otegui, san Rajoy ... Porque si eso pasa algún día, quiere decir que ahora mismo otro gallo nos cantaría. Si todas estas criaturas se empeñasen en ser santas, seguramente las instituciones públicas irían mejor y eso redundaría en la sociedad. Que, por supuesto, no sería perfecta, porque se cuenta con la libertad humana, pero desde luego sería mejor que la de ahora.
Me estoy imaginando un país gobernado por personas que quieren ser santas, y seguro que habría menos paro; que se invertiría en ayuda a las familias, en la creación de empresas sin contratación endogámica. Por supuesto, se eliminarían cantidad de organismos públicos que sólo sirven apara expoliar a los ciudadanos de bien.
Las radiotelevisiones no estarían al servicio de la ideología imperante, sino que sería auténtico vehículo de cultura y valores.
La prensa sería transmisora de actualidad sirviendo a la verdad.
Los centros de ensañanza se dedicarían a formar a personas auténticas, ricas en valores y conocedoras de sus raíces sin distorsiones.
Los centros universitarios estarían desligados de partidos políticos, y serían fábrica de buenos profesionales. Buscarían y fomentarían la excelencia, como en sus orígenes.
Se reduciría drásticamente el número de abortos, porque se ayudaría a todos aquellos que tengan problemas para criar a un niño, mediante creación de centros “ad hoc“, nunca de abortorios. Se formaría a profesionales para ofrecerles apoyo psíquico, médico y formativo.
Los ancianos serían respetados y venerados, y se invertiría en cuidados paliativos, jamás en la eutanasia.
Los centros de ocio serían sanos, porque realmente los menores no consumirían alcohol, y al no haber narcotráfico ni prostitución, sabrían divertirse.
Como se invertiría en cultura de la buena, no se darían subvenciones ni al cine, ni al teatro… ni a nadie. Todos los artistas tendrían así igualdad de condiciones para mostrar su arte. Serían libres, no funcionarios a sueldo del gobierno de turno. Los ciudadanos así tendríamos un extensa paleta donde elegir. Y los hábitos de ocio cambiarían a mejor.
Se ayudaría a la mujer a promocionarse en el mundo laboral sin necesidad de descuidar su familia. Por supuesto la contratación no dependería de la maternidad, ni se subordinaría esta a las necesidades de la empresa. Los hijos son cosa de dos: marido y mujer, no del departamento de personal.
No se especularía con terrenos. Ni se cobrarían comsiones indecentes.
La judicatura sería independiente, y se dedicaría a lo que debe: impartir justicia.
El sistema bancario y de cajas de ahorro no sería brazo económico de los distintos partidos.
Se me ocurren tantas cosas buenas que pasarían…
Sí, Luisa, me hace mucha ilusión poder celebrar algún día San Chaves, o san quien sea. Porque eso significaría que hoy, el político de turno trabajaría por servir a la comunidad.
Y aunque lo espontáneo sea enfadarnos y enervarnos por su comportamiento, creo que ganaríamos mucho convitiendo la rabia o la impotencia que sentimos en oración. Sabiendo, que por supuesto, cada uno de nosotros somos los primeros que hemos de cambiar, mejorar y luchar.
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