sábado, 5 de junio de 2010

Tiempos modernos

La escuela ya estaba allí desde hacía mucho tiempo. De sus paredes colgaron siempre crucifijos, y nadie recordaba un tiempo en el que las cosas hubieran sido distintas, cuando la autoridad tomó posesión de la benemérita institución. «Voluntad popular», dijo el sargento que se incautó del edificio y expulsó a los religiosos. El Crucificado cedió su espacio al retrato del líder, pero la estrategia fracasó. El sargento no calibró la magnitud de la respuesta de los vecinos que se le venía encima. La mala experiencia de aquellos años dio paso a otra estrategia más pausada y amable, a un acercamiento incesante de pequeños pasos, que sólo concluyó mucho después, cuando la ideología del líder penetró el último de los libros de texto... «Son gratis», les dijo el concejal a los padres. Ninguno protestó cuando se llevó el crucifijo.

Para entonces, cada vecino disfrutaba de una casa en propiedad, abastecida con gigantescos televisores en el salón y en cada dormitorio. Había costado esfuerzo ganárselo. Las hipotecas, los créditos y los cómodos plazos lo hacían todo más fácil, pero así y todo, de cuando en cuando, se veía al sargento desahuciar a algún pobre desgraciado, incapaz de pagar sus deudas.
Nadie salía ya en defensa de nadie. Parecía como si nadie conociera ya a nadie. Quién sabe. Quizá los estilos de vida modernos habían separando al vecino del vecino, al marido de la mujer, a los hijos de los padres... Del individuo sólo se esperaba que se limitara a buscar su propio placer, que persiguiera su propio interés. Era su derecho. Si alguien necesitaba ayuda, ése era problema del Estado. Quedaba un molesto silencio durante las comidas en las casas de los matrimonios que aún permanecían unidos, pero el televisor servía para llenar ese vacío.
Un día, llegó la crisis.

Ricardo Benjumea en www.alfayomega.es

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7 comentarios:

  1. Gracias por no quitar el crucifijo. Todas estas cruces en los blogs -y en las montañas y en los campanarios y las salas de plenos como la del ayuntamiento de Zaragoza, y en tantos sitios- me recuerdan a las piedras que Pulgarcito iba dejando para marcar el camino de vuelta a casa. Por ese camininito marcado por la cruz llegaremos al cielo. Gracias también por su blog.

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  2. Me he permitido pasar por su bitácora y le felicito.
    Si me lo permite, lo seguiré haciendo.

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  3. Hay en Murcia una comunidad de frailes que viven en el eremitorio de los Hermanos de la Luz, un edificio de más de 100 años. La comunidad original tuvo que irse de España. El edificio estaba vacío y lo ocupan desde hace pocos años (se lo cedió el obispo) los Hermanos Eucarísticos del Padre Celestial, colombianos.

    Frente a su eremitorio hay un cerro bastante empinado. Los Hermanos han construido en él -con sus manos, su esfuerzo y su cariño- un Vía Crucis. En la cima del cerro clavaron una cruz muy grande que ellos mismos subieron. Ya se la han derrumbado tres veces. Y otras tantas la han vuelto a poner. Y nadie ni nada les hará cambiar de idea.

    Tienen al Santísimo expuesto todos los días mañana y tarde y nunca lo dejan sólo. Ellos viven pobres de solemnidad, pero al Santísimo lo tratan con tanto cariño, cuidan tanto la liturgia que llama la atención. Por eso hay tanta gente que son amigos suyos.

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  4. Claudio, te agradezco mucho lo que me cuentas, porque no tenía ni idea. Fíjate que he viajado mucho a Murcia, y nadie me había hablado de esto.
    ¡Gracias!

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  5. Pues al llegar a Murcia pregunta por el barrio del Santo Ángel y al mismo tiempo pregunta por la ermita de Nuestra Señora de la Luz. Los murcianos le tienen mucha devoción. Allí es donde viven. Verás que sorpresa tan tan agradable.

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  6. Fíjate que conocía el barrio del Santo Ángel, pero no sabía que eso pasaba allí. La próxima vez que vaya intentaré visitar el lugar. ¡Gracias por la información!

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