Dicen que uno nunca llega a conocerse a sí mismo completamente. Así que conocer a los demás no es tarea baladí. Máxime si el que tienes al lado no se muestra como es. Algo que suele ser lo habitual. La sinceridad, la veracidad no están de moda. Ni con los demás ni con uno mismo.
Vivimos un mundo de ficción cosmética y alicatadora. La publicidad nos vende estereotipos casi siempre inalcanzables por irreales. Ni siquiera la Preysler tendrá nunca la cara de porcelana que un programa de edición fotográfica nos presenta en las revistas.
Los adolescentes tienden a infravalorarse por su físico, y a idealizar a los demás. El problema es cuando esta visión persiste a los 40. El producto final es el eterno adolescente.
Hace unos días me encontré con una antigua compañera de colegio. Se había divorciado tras un año de matrimonio y 3 de noviazgo “porque no sabía que él era así”. Es una pena, pero la situación es de lo más habitual. Y tendría solución con comprender y asimilar la manida frase “nadie es perfecto”. Ni lo soy yo, ni los que me rodean. Si aceptásemos a los demás con sus defectos y virtudes, todo iría mejor.
Supongo que una percepción realista de las personas implica mucha madurez. Y gran capacidad de comprensión y saber perdonar… y olvidar.
Ser auténtico es una batalla que requiere esfuerzo, pero no inalcanzable.
Vivimos un mundo de ficción cosmética y alicatadora. La publicidad nos vende estereotipos casi siempre inalcanzables por irreales. Ni siquiera la Preysler tendrá nunca la cara de porcelana que un programa de edición fotográfica nos presenta en las revistas.
Los adolescentes tienden a infravalorarse por su físico, y a idealizar a los demás. El problema es cuando esta visión persiste a los 40. El producto final es el eterno adolescente.
Hace unos días me encontré con una antigua compañera de colegio. Se había divorciado tras un año de matrimonio y 3 de noviazgo “porque no sabía que él era así”. Es una pena, pero la situación es de lo más habitual. Y tendría solución con comprender y asimilar la manida frase “nadie es perfecto”. Ni lo soy yo, ni los que me rodean. Si aceptásemos a los demás con sus defectos y virtudes, todo iría mejor.
Supongo que una percepción realista de las personas implica mucha madurez. Y gran capacidad de comprensión y saber perdonar… y olvidar.
Ser auténtico es una batalla que requiere esfuerzo, pero no inalcanzable.
De acuerdo; pero tambien hay algunos demas, que son "asi", y que necesitan santos para aguantarlos, y una cosa es que uno quiera ser santo, y otra que lo sea.
ResponderEliminarMaría Jesús: todos "somos así". Es decir, que cada uno tenemos nuestras "cadaunadas". La convivencia es difícil a todos los niveles, pero si se tiene una actitud equilibrada y realista de lo que hay, las cosas son más fáciles.
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