El significado de la expresión "Adviento" comprende también el de visitatio, que simplemente quiere decir "visita"; en este caso se trata de una visita de Dios: Él entra en mi vida y quiere dirigirse a mí. En la vida cotidiana todos experimentamos que tenemos poco tiempo para el Señor y también poco tiempo para nosotros. Acabamos dejándonos absorber por el "hacer". ¿No es verdad que con frecuencia es precisamente la actividad lo que nos domina, la sociedad con sus múltiples intereses lo que monopoliza nuestra atención? ¿No es verdad que se dedica mucho tiempo al ocio y a todo tipo de diversiones? A veces las cosas nos "arrollan".
El Adviento, este tiempo litúrgico fuerte que estamos comenzando, nos invita a detenernos, en silencio, para captar una presencia. Es una invitación a comprender que los acontecimientos de cada día son gestos que Dios nos dirige, signos de su atención por cada uno de nosotros. ¡Cuán a menudo nos hace percibir Dios un poco de su amor! Escribir —por decirlo así— un "diario interior" de este amor sería una tarea hermosa y saludable para nuestra vida. El Adviento nos invita y nos estimula a contemplar al Señor presente. La certeza de su presencia, ¿no debería ayudarnos a ver el mundo de otra manera? ¿No debería ayudarnos a considerar toda nuestra existencia como "visita", como un modo en que él puede venir a nosotros y estar cerca de nosotros, en cualquier situación?
En la vida, el hombre está constantemente a la espera: cuando es niño
quiere crecer; cuando es adulto busca la realización y el éxito; cuando
es de edad avanzada aspira al merecido descanso. Pero llega el momento
en que descubre que ha esperado demasiado poco si, fuera de la profesión
o de la posición social, no le queda nada más que esperar. La esperanza
marca el camino de la humanidad, pero para los cristianos está animada
por una certeza: el Señor está presente a lo largo de nuestra vida, nos
acompaña y un día enjugará también nuestras lágrimas. Un día, no lejano,
todo encontrará su cumplimiento en el reino de Dios, reino de justicia y
de paz.
Existen maneras muy distintas de esperar. Si el tiempo no está lleno de
un presente cargado de sentido, la espera puede resultar insoportable;
si se espera algo, pero en este momento no hay nada, es decir, si el
presente está vacío, cada instante que pasa parece exageradamente largo,
y la espera se transforma en un peso demasiado grande, porque el futuro
es del todo incierto. En cambio, cuando el tiempo está cargado de
sentido, y en cada instante percibimos algo específico y positivo,
entonces la alegría de la espera hace más valioso el presente.
Queridos
hermanos y hermanas, vivamos intensamente el presente, donde ya nos
alcanzan los dones del Señor, vivámoslo proyectados hacia el futuro, un
futuro lleno de esperanza. De este modo, el Adviento cristiano es una
ocasión para despertar de nuevo en nosotros el sentido verdadero de la
espera, volviendo al corazón de nuestra fe, que es el misterio de
Cristo, el Mesías esperado durante muchos siglos y que nació en la
pobreza de Belén.
Palabras de Benedicto XVI el I domingo de Adviento de 2009.
Gracias por recordarnos sus palabras. Me quedo con el resumen de vivir hacia un futuro lleno de esperanza y de despertar de nuevo en nosotros el sentido verdadero de la espera. Saludos.
ResponderEliminarEl mensaje de esperanza nos toca a todos y es que es realmente necesaria.
EliminarSaludos, quedateneminube.
Gracias, no lo había podido leer con calma. Qué paz...
ResponderEliminar¡Feliz Adviento!
Un beso, querida amiga.
Muchas gracias a ti, Rosa.
EliminarBesos.